El gran robo | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Sinopsis: | ||
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Eficaz reconstrucción de uno de los mayores robos jamás cometidos, el del tren correo británico en 1963, esta película lanzaría a la fama a Peter Yates, quien daría el salto a Hollywood gracias a ella.
El filme evita cualquier tipo de dramatización o interpretación, limitándose a recrear con gran fidelidad histórica el acontecimiento que trata. Partiendo de ahí, pueden señalarse fácilmente los pros y los contras de la película; entre los primeros, una dirección precisa, ágil, con un gran sentido de la narración visual y una cuidada planificación, virtudes sabiamente respetadas (y realzadas) en el montaje. Los inconvenientes son su extrema frialdad y el escaso interés de los personajes, que se limitan a reproducir el robo, sin mostrar apenas matices (hay alguna leve excepción). Lo interesante es que Yates ha filmado la película del mismo modo en que un ladrón planifica un golpe: ha pensado cómo colocar la cámara, los actores, cómo abordar tal o cuál secuencia, cuánto tiempo debe durar cada una, qué plano es el más adecuado para mostrar según qué situación, etc. Por ese camino de perfección formal ha descuidado los sentimientos y la psicología de sus personajes, y es ese descuido voluntario el mismo que comete (esta vez involuntariamente) Paul, el organizador del atraco; también él había previsto todos los movimientos, tiempos y posibilidades, pero descuidó los sentimientos de uno de sus hombres, y por ahí llegará su perdición.
Con un escueto guión, correcto pero subordinado a la acción, y una banda sonora a ritmo de Jazz, el filme resulta siempre entretenido, a la par que creíble y poco violento (no hay un solo disparo en todo el metraje). Deben destacarse varias secuencias, que demuestran la valía de Yates; así, los quince minutos iniciales, con el brillante robo de unos diamantes (que empezamos a intuir por medio de un solo plano general en picado) y una espectacular persecución en coche, son sólo el preludio de la minuciosa secuencia del robo al tren correo, magníficamente concebida y narrada. Estos dos fragmentos prefiguran ya los aciertos de obras posteriores como "Bullit" (por la persecución en automóvil) o "The friens of Eddie Coyle" (por la meticulosidad con que se muestran los robos).
Rodada en escenarios naturales, una película disfrutable de principio a fin, en la que el espectador acaba poniéndose de parte de los ladrones, aunque sólo sea por el arduo trabajo desplegado. (Quatermain80, FilmAffinity)
El filme evita cualquier tipo de dramatización o interpretación, limitándose a recrear con gran fidelidad histórica el acontecimiento que trata. Partiendo de ahí, pueden señalarse fácilmente los pros y los contras de la película; entre los primeros, una dirección precisa, ágil, con un gran sentido de la narración visual y una cuidada planificación, virtudes sabiamente respetadas (y realzadas) en el montaje. Los inconvenientes son su extrema frialdad y el escaso interés de los personajes, que se limitan a reproducir el robo, sin mostrar apenas matices (hay alguna leve excepción). Lo interesante es que Yates ha filmado la película del mismo modo en que un ladrón planifica un golpe: ha pensado cómo colocar la cámara, los actores, cómo abordar tal o cuál secuencia, cuánto tiempo debe durar cada una, qué plano es el más adecuado para mostrar según qué situación, etc. Por ese camino de perfección formal ha descuidado los sentimientos y la psicología de sus personajes, y es ese descuido voluntario el mismo que comete (esta vez involuntariamente) Paul, el organizador del atraco; también él había previsto todos los movimientos, tiempos y posibilidades, pero descuidó los sentimientos de uno de sus hombres, y por ahí llegará su perdición.
Con un escueto guión, correcto pero subordinado a la acción, y una banda sonora a ritmo de Jazz, el filme resulta siempre entretenido, a la par que creíble y poco violento (no hay un solo disparo en todo el metraje). Deben destacarse varias secuencias, que demuestran la valía de Yates; así, los quince minutos iniciales, con el brillante robo de unos diamantes (que empezamos a intuir por medio de un solo plano general en picado) y una espectacular persecución en coche, son sólo el preludio de la minuciosa secuencia del robo al tren correo, magníficamente concebida y narrada. Estos dos fragmentos prefiguran ya los aciertos de obras posteriores como "Bullit" (por la persecución en automóvil) o "The friens of Eddie Coyle" (por la meticulosidad con que se muestran los robos).
Rodada en escenarios naturales, una película disfrutable de principio a fin, en la que el espectador acaba poniéndose de parte de los ladrones, aunque sólo sea por el arduo trabajo desplegado. (Quatermain80, FilmAffinity)
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